En nuestro imaginario cultural occidental, este que mamamos desde que somos bien pequeños a través de la televisión y más recientemente a través de internet, la mujer es vista como un ser libre, hecha a su voluntad, capaz de elegir lo que es mejor para ella siempre con dignidad e igualdad con respecto al hombre.

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En cambio, cuando miramos a mujeres de otras culturas con nuestros ojos, vemos mujeres sumisas y sometidas al marido, mujeres que tienen que taparse para salir a la calle, cubrir su cuerpo con ropas que ocultan su figura, con velos que cubren su rostro. Vemos eso y nos escandalizamos, censuramos esas actitudes pues en nuestro feudo la mujer es libre. O eso creemos.

¿Qué diferencia hay entre una cultura que promueve un tipo de mujer tapada, a una que promueve un tipo de mujer casi desnuda?

Pocas. En ambas la mujer no tiene mucho donde elegir. Si nos centramos por un momento en lo que conocemos en nuestra sociedad vemos que 24 horas al día hay una imagen de mujer omnipresente: guapa, delgada, enseñando cada vez más carne. Una mujer que hace de su cuerpo su baza más importante dejando de lado otras áreas como el intelecto, el éxito profesional, etc…

Mira este anuncio, es real:

Parece que la máxima aspiración de la mujer es estar guapa, vestir ropa cara, poder comprar y gastar a su antojo. Esa es la imagen que nos venden, ¿es esa imagen la que hemos aceptado como válida? Y para conseguirlo, por supuesto, hay que prostituirse, ya que la sociedad tal y como está organizada lo está poniendo cada vez más difícil. Suben tasas universitarias, aumenta el paro y la precariedad, ¿cómo vas a pagarte la carrera, la ropa, las compras? El anuncio lo dice claro, prostitúyete, no eres una mujer libre, eres una esclava, un objeto, una puta del siglo XXI.

Parece que este negocio está entrando fuerte en España y entre todos vamos a normalizar este tipo de actividades sin ni siquiera ser capaces de echar una mirada crítica a todo ello. Una vez cosificada, a la mujer ya no le queda más alivio que mirar a la mujer diferente y compadecerse de su vida, de ir tapada, de estar sometida al marido.