El consumo de cannabis altera, de forma inmediata, la percepción de la velocidad y la precisión. Ambas capacidades son imprescindibles para la conducción. Además, a estas alteraciones se les añade la lentitud motriz y mental que provoca su consumo.

Es probable que algunas de estas alteraciones persistan durante un periodo de tiempo bastante largo que podría sobrepasar las 24 horas siguientes al consumo, lo que aumenta el riesgo de sufrir un accidente cuando se conduce o cuando se utiliza maquinaria peligrosa. El cannabis, junto a algunos tipos de medicación psiquiátrica, es de las drogas que se mantienen más tiempo en el organismo (se almacena en los tejidos corporales).

Este aumento del riesgo de accidente es todavía mayor si, además de derivados del cannabis, se consumen bebidas alcohólicas u otras sustancias psicoactivas.

Una persona que ha fumado porros no solo debería tener en cuenta que no debe conducir –ya que sus capacidades están mermadas–, sino que debe mantener la suficiente conciencia para no subirse a un vehículo conducido por una persona intoxicada (por alcohol u otras drogas).

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